El peligro de la inmediatez en la terapia psicológica

Autor: Ariana Garese Vázquez – Psicóloga Sanitaria (CL05831)

Vivimos en una época donde todo es rápido, donde el tiempo de espera tiene que ser mínimo, ya que si no, entramos en una espiral de ansiedad difícil de salir. Todo debe ser inmediato: la comida, el entretenimiento, las relaciones; las series se consumen en un solo día; las películas, si son breves, mucho mejor; los libros se prefieren cortos y con letras grandes en lo posible, así se terminan de leer cuanto antes, y hasta las interacciones humanas se optimizan a través de aplicaciones que nos permiten “conocer” a alguien en segundos: foto, edad, gustos y estado civil, todo al alcance de un “toque”. El tiempo de espera ha pasado a ser sinónimo de ineficiencia, y la paciencia, una virtud en extinción.

Pero ¿qué ocurre cuando esta lógica de inmediatez se traslada a aspectos esenciales de la vida como la educación, las relaciones interpersonales, el desarrollo profesional, la salud física y, especialmente, la salud mental?

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LA TERAPIA PSICOLÓGICA: UN ESPACIO PARA EL TIEMPO

Un fenómeno cada vez más frecuente en la consulta psicológica es la expectativa de resultados inmediatos. Muchos pacientes llegan a la primera sesión con la esperanza –o incluso la exigencia– de resolver sus dificultades en una única consulta, o en unas pocas. Esta actitud, que refleja un modelo de pensamiento propio de la cultura del «todo ya», entra en conflicto directo con la naturaleza misma del trabajo terapéutico. 

La terapia no es una solución mágica ni un espacio donde se ofrecen consejos rápidos. Los psicólogos no contamos con fórmulas instantáneas, ni trabajamos con recetas milagrosas. No es posible desarmar en una sesión problemáticas construidas a lo largo de años: traumas familiares, crisis de identidad, trastornos emocionales complejos o pensamientos suicidas requieren tiempo, contención y un trabajo sostenido.Los psicólogos no damos consejos, no decimos qué hacer ni damos un manual de instrucciones listas para usar. Lo que hacemos es acompañar en un proceso de comprensión, cambio y crecimiento, y eso, como todo lo valioso, lleva tiempo.

Ilustración de karem adem en Unsplash

PACIENCIA: UN PILAR FUNDAMENTAL EN EL PROCESO TERAPÉUTICO

La palabra clave en cualquier tratamiento psicológico es paciencia. Tanto el terapeuta como el paciente deben comprender que la terapia es, ante todo, un proceso. Y como todo proceso humano, es profundamente individual y no puede ajustarse a tiempos preestablecidos. 

La duración del tratamiento dependerá de múltiples factores: la disposición emocional del paciente, su historia personal, su contexto familiar, social y laboral, así como la complejidad de los temas a abordar. Algunas personas encontrarán alivio y respuestas en unos pocos meses; otras, necesitarán años. Ninguno de estos recorridos es mejor o peor. Ambos son válidos y legítimos.Además, es fundamental entender que el proceso terapéutico no es lineal. Habrá avances, retrocesos, momentos de claridad y otros de estancamiento. Estos vaivenes no son señales de fracaso, sino parte natural del trabajo emocional profundo. Todo forma parte del camino.

PARA RECORDAR: ALGUNAS CLAVES DEL PROCESO TERAPÉUTICO

  • La terapia requiere tiempo. No existen atajos ni fórmulas mágicas e instantáneas para poder sanar.
  • Tómate tu tiempo para pensar, reflexionar y procesar lo trabajado entre sesión y sesión.
  • Es normal sentir en algunos momentos que no hay avances visibles. El cambio real muchas veces ocurre de manera silenciosa, casi imperceptible.
  • El proceso terapéutico requiere de compromiso y constancia.
  • Y algo que siempre les digo a mis pacientes: la consulta psicológica es un espacio seguro. Allí no se juzga, sino que se escucha con respeto y se acompaña.

Frente al vértigo de lo inmediato, la terapia psicológica propone una pausa, ir más despacio, mirar hacia adentro y darse tiempo. Es un acto de valentía resistirse a la urgencia, y una muestra de amor propio el permitirse avanzar a otro ritmo, más humano, más natural y valioso. 

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