Autor: Ariana Garese Vázquez – Psicóloga Sanitaria (CL05831)
Hoy en día está muy presente en casi todos los medios de comunicación la importancia del cuidado de la salud mental. Sabemos que ésta es un pilar fundamental para el bienestar general de las personas. Sin embargo, no todos se animan a dar ese paso tan importante que es pedir ayuda a un profesional, ya sea por miedo, vergüenza o tabú.
En este artículo no voy a hablar de la atención psicológica en patologías graves, sino de un lado menos conocido y, paradójicamente, más silencioso, que es la psicoterapia como acompañamiento a lo largo de las etapas de la vida.
DERRIBANDO MUROS
Acudir al psicólogo no es sólo para aquellas personas que atraviesan una problemática grave, ni tampoco debe verse como sinónimo de debilidad. Muy por el contrario, dar ese primer paso es un signo de fortaleza y de cuidado personal.
A lo largo de la vida, el ser humano debe enfrentar no sólo las dificultades que atañen biológicamente en cada ciclo vital (cambios hormonales, envejecimiento, etc.), sino también conflictos, acontecimientos externos, mudanzas, separaciones, accidentes, entre otras.
Algunas personas atraviesan sin dificultades estos acontecimientos, pero otras necesitan de un apoyo extra. Pues bien, en estos casos, la figura del psicólogo es quien puede brindar ese “extra”, apoyando, acompañando, escuchando, ofreciendo herramientas que faciliten el recorrido de ese camino, fortaleciendo y mejorando en cada paso su calidad de vida y su desarrollo emocional.
SALUD MENTAL Y SALUD FÍSICA: ¿VAN DE LA MANO?
Muchas veces se tiende a marcar una diferencia entre mente y cuerpo, sin embargo, no podemos separarlos. Existe una clara relación entre salud física y salud mental, así como enfermedad física y malestar emocional. Es una realidad indiscutible.
Esto lo plasmó de manera muy clara el Dr. Herber Benson, médico y cardiólogo estadounidense, fundador del Instituto Médico de Mente y Cuerpo del Hospital General de Massachusetts, cuando dijo “la mente y el cuerpo se comunican constantemente. Lo que la mente piensa, percibe y experimenta, se envía desde nuestro cerebro al resto del cuerpo”. ¿Cuándo vemos esto?, por ejemplo, si tenemos muchas preocupaciones es probable que nos duela la cabeza, si estamos tristes o angustiados, vamos a sentir una presión grande en el pecho. Si aprendemos a oír a nuestro cuerpo, vamos a encontrar miles de ejemplos más.
INFANCIA Y ADOLESCENCIA: CREANDO BASES SÓLIDAS
Es sabido que, desde la infancia, debido a diferentes vivencias dentro o fuera de la familia, los niños pueden presentar dificultades a nivel emocional y conductual, que muchas veces no saben de qué manera gestionar. En este sentido, un adecuado apoyo psicológico puede proporcionar diferentes estrategias para aprender a expresar sus emociones, conocerlas, validarlas y gestionarlas. También se puede trabajar el desarrollo de habilidades sociales, de afrontamiento, el manejo y control de los impulsos, problemas de conducta, entre otros.
Por otra parte, la adolescencia es una etapa de muchos cambios a nivel físico, hormonal y social. Es una fase de autodescubrimiento, de salida al mundo, de necesidad de pertenecer, de encajar en algún sitio, que muchas veces no encuentran. Todos estos movimientos internos y externos pueden provocar un ¨huracán” en su interior para el cual no encuentran una forma adecuada de gestionar. Es ahí donde puede ingresar la figura del psicólogo, para brindarles las herramientas necesarias con el fin de promover un desarrollo saludable y previniendo de esta forma trastornos emocionales, conductas adictivas, problemas de conducta y de socialización.
EDAD ADULTA:
En esta etapa el ser humano se enfrenta a nuevas responsabilidades y grandes desafíos. Debe salir al mundo laboral, con todo lo que ello implica (estrés, despidos, búsqueda), relaciones interpersonales, matrimonio (o no), crianza de los hijos, mudanzas, fallecimientos. Y en una adultez más avanzada, el nido vacío.
Estos estresores, con una mala gestión emocional, pueden desembocar en ansiedad, depresión, dificultades en el matrimonio, en la familia, en el trabajo, en las relaciones interpersonales. Por ello, acudir al psicólogo puede ayudar a aprender a gestionar de manera saludable el estrés, las emociones, mejorar la comunicación, resolver los conflictos asertivamente, etc.
VEJEZ: ADAPTACIÓN A UNA NUEVA ETAPA
El ingresar en esta nueva etapa vital no es menos dificultosa que las otras, muy por el contrario, trae consigo grandes cambios físicos, sociales, laborales y emocionales. Por un lado, la jubilación puede crear una sensación de “inutilidad”, de “ya no sirvo, ya no tengo nada que aportar”. A nivel social y familiar, los hijos se van y forman una nueva familia, comienzan las pérdidas de seres queridos que, junto con los cambios físicos, se hace más presente el pensamiento de muerte y finitud. En algunos casos inician los primeros síntomas de deterioro cognitivo.
Por todo ello, la atención psicológica en esta etapa de la vida puede ser de gran apoyo, no sólo para acompañar en el tránsito de estos cambios, atravesar los sentimientos de soledad, perdida o ansiedad, sino que a nivel cognitivo, el psicólogo puede brindar grandes herramientas para trabajar la estimulación cognitiva, lo que conlleva grandes beneficios tales como: fortalecer la autonomía, ralentizar el proceso de deterioro cognitivo, reforzar la autoestima y la interacción social, disminuir el estrés y la ansiedad, y sobre todo, mejorar la calidad de vida.
REFLEXIONEMOS JUNTOS
La salud mental y la salud física son igual de importantes, por lo que debería cuidarse de ambas en todas las etapas de la vida. Como vimos a lo largo de este artículo, la asistencia psicológica no se limita a la atención de enfermedades o trastornos graves, sino que puede ser de gran ayuda para brindar herramientas que favorezcan el poder superar dificultades del día a día, que muchas veces no sabemos cómo afrontarlas, o bien dificultades propias de cada etapa del ciclo vital.
No tengas miedo ni vergüenza de pedir ayuda, ya sea para ti, para tus hijos o para algún familiar. Ese primer paso es un acto de amor y autocuidado, que puede marcar la diferencia en el inicio de una mejor calidad de vida, no solo para ti, sino para todos.

